Entoces Sab-Anah comenzó a fabricar lienzos encimeros de muselina ( tela originaria de Mosul), y bajeras de algodón. Las dos telas eran compatibles con los cuerpos que se abrigaban en ellas: el algodón pegado al colchón, que generalmente estaba relleno de lana de cabra, era resistente al roce y a los fluidos nocturnos. La muselina, transparente, suave y vaporosa, estimulaba el amor pasional y el buen dormir.
A pedido de la dueña del prostíbulo más grande de la época, el Lilaz, Rashid Sab-Anah cortó y cosió 240 pares de sábanas de seda roja con miniaturas de posturas sexuales bordadas en color cúrcuma
Sab-Anah se hizo rico y famoso. Tuvo diez amantes que trabajaban en la floreciente fábrica, pespunteando a mano los bordes de las finas telas para dormir. Llegó a tener cuatro sucursales en El Cairo.
Para los extranjeros provenientes de tierras heladas, y que debían volver a ellas, ideó el forro viril al-cayata, de exquisita lana de camello.
Sab-Anah murió a los 90 años
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